Si nos detuviésemos a reflexionar por un momento e hiciéramos una pequeña pausa para mirar hacia atrás, seguramente nos diésemos cuenta de que, en este instante, cada uno nos encontramos exactamente donde nos han traído nuestras acciones y experiencias pasadas. Creo que es bonito recordar algunos de los buenos momentos vividos durante el año que termina, algunos de ellos inolvidables.
En todos los aspectos de la vida siempre hay una primera vez para todo. Está claro que después de la primera vez, puede haber una segunda, una tercera y muchas más veces. Sin embargo, la primera es la más especial, la que recordaremos siempre con más cariño. Y este 2015 ha supuesto muchas pequeñas primeras veces en el running para mí. Voy a compartir con vosotros algunos de estos recuerdos.
Empecé con el running hace aproximadamente un año, después de recuperarme de una grave lesión que estuvo a punto de apartarme de todo tipo de deporte. La primera vez que salí a correr fui sólo. No sabía el tiempo que podría estar corriendo sin asfixiarme. Fueron exactamente 7 minutos y tuve que parar porque estaba muerto. Pensé en lo duro que era este deporte y que lo más sensato sería dejarlo ya que estaba claro que no era para mí. Sin embargo, hice todo lo contrario. Siempre me han gustado los desafíos y decidí ver hasta dónde era capaz de llegar.
La primera vez que conseguí correr 10 km seguidos sin parar fue uno de los mejores momentos del año pasado. Al no estar acostumbrado a correr, llegar a ese objetivo me parecía muy difícil. Recuerdo haber ido a trotar tranquilamente al parque con la única intención de correr durante una media hora seguida, el tiempo al que ya me había acostumbrado. Sin embargo ese día me sentí sorprendentemente cómodo y pensé en correr unos pocos minutos más. Llegó un momento que ese objetivo de llegar a los 10 km, que me parecía tan lejano hacía un mes, lo vi posible y a un ritmo muy lento lo conseguí completar. El tiempo, como es lógico, fue bastante malo. Había hecho mis primeros 10 km en una hora y 5 minutos y estaba bastante cansado. Pero el momento de satisfacción que tuve fue increíble. Había cruzado mi primera meta imaginaria.
Otro gran recuerdo que tengo es la primera vez que fui a correr en grupo, con amigos. La sensación de camarería es muy bonita. Correr sólo es fundamental para aprender a conocerse bien a uno mismo y para forjar esa fuerza de voluntad tan importante, necesaria para llegar a metas más importantes. Sin embargo, correr con amigos es un estímulo añadido. Se comparten risas, el esfuerzo, el sufrimiento o la satisfacción de terminar juntos un determinado entrenamiento, todo dentro de una sana competivividad. Es algo difícil de explicar.

La segunda meta que me propuse fueron realmente dos metas en una. Pensé en repetir mi proeza de volver a correr otra vez 10 km seguidos. Quería comprobar si la primera vez había sido una casualidad o bien que realmente había mejorado mi fondo físico. Y ya que estábamos en eso, ¿por qué no intentar bajar el crono a una hora justa o incluso menos? La primera vez que bajé de una hora en los 10 km fue corriendo tambien el parque, con amigos y con mucho frío. Era invierno y creo que estabamos a bajo 0 de temperatura. Había llegado a esta segunda meta en poco más de un mes desde que empecé a correr, con mucho sacrificio. Estaba eufórico.
Llegó un momento en que me planteé participar en una carrera. Elegí para mi primera carrera una distancia corta, de 5 km. Era una carrera solidaría, por el parque, que era donde estaba acostumbrado a correr, con una distancia que pensaba que podría completar sin sufrir mucho y con el estímulo de correr con amigos. Rercuerdo el nerviosismo y la emoción de los días previos, parecía que me estaba enfrentando a una maratón. Recuerdo el preguntar a otras personas que ya tenían experiencia o mirar por internet cómo se colocaba el dorsal en la camiseta. Recuerdo como se puso mi corazón a tope de pulsaciones instantes antes de dar la salida. Recuerdo las buenas sensaciones que tuve en ese momento, rodeado de corredores aficionados de todas las edades. Me sorprendió mucho el ambiente que había tan bonito. Creo que me pasé toda la carrera sonriendo. La llegada a la línea de meta de esa primera carrera fue un recuerdo inolvidable. No me importaba mucho el tiempo realizado sino el haber hecho y terminado realmente mi primera carrera. Había cruzado mi primera línea de meta. Qué felicidad!

Después de las sensaciones tan bonitas que tuve en mi primera carrera, quise repetir y me inscribí en otra, esta vez de 12 km. Ese día no salieron las cosas tan bien como hubiese deseado. En aquel momento era demasiada distancia para mi escasa preparación. Además salió un día muy lluvioso, algo con lo que no estaba acostumbrado. Fue mi primera carrera lloviendo y aprendiendo a sufrir. No medí bien el ritmo y cuando llevaba 8 km de carrera me quedé desfondado. Había empezado demasiado fuerte y me había quedado sin fuerzas. Pensé en abandonar pero decidí no hacerlo. Conseguí terminar la carrera pero sufriendo mucho al final. Recuerdo entrar en meta bastante mareado.

El siguiente reto fue una verdadera locura. Llevaba en total solo 5 meses corriendo y me inscribí en una media maratón, con muchas dudas de lo que podría pasar. Mi objetivo era terminar la prueba sin pensar mucho en el crono final, pero terminarla con dignidad. Mi primera media maratón fue increible. Recuerdo un ambiente espectacular, musica en cada rincón, mucha animación y muchísimos corredores. Participamos varios amigos y cada uno con un ritmo diferente. Yo era el más lento de todos. Mi amiga Bea y yo hicimos la carrera completa juntos de principio a final. Íbamos hablando, animándonos mutuamente y llegamos a meta los dos juntos. Tengo que decir que disfruté mucho de la carrera hasta el km 13 más o menos. Luego empezó a subir la temperatura y el calor me hizo daño. No acabé tan mal como la carrera anterior, pero casi. Se me hizo muy larga al final y acabé sufriendo mucho. El tiempo fue muy discreto, 2 horas y 13 minutos, pero conseguir llegar a meta que era mi objetivo principal. La dignidad se quedó en segundo lugar, eso sí. Me quedo con lo bonito, el recuerdo de haber corrido y compartido esa gran experiencia con mi amiga Bea de principio a final. En los últimos 2 km cuando me quedé sin fuerzas y estaba a punto de rendirme, me animó y me acompaño hasta la meta. Gracias Bea!

Después llegó mi primera carrera oficial de 10k, no ya de entrenamiento. La corrí sin casi preparación, pero después del hito de acabar la media maratón creía que sería más fácil y quería hacerla. Fue una carrera tremenda, con record de participación de corredores. También hizo mucho calor, era al final de la primavera. El calor, como pude comprobar este año, es una gran limitación para mí. Cuando la temperatura llega a 25 grados empiezo a sufrir. Lo mejor de esta carrera fue el ambiente increíble que se vivió y sobretodo el correr junto con un montón de amigos. Mi tiempo fue muy discreto pero ya por debajo de la hora. Intenté acercarme a los 55 minutos, pero me quedé muy lejos. Fue una pequeña decepción.

Al terminar el verano y con un tiempo más fresco participé en otras dos carreras de 10 km en las que por primera vez bajé de los 55 minutos. Estas carreras las terminé bien, sin agobios. Quizás podría haberme esforzado un poco más, pero en ese momento lo único que me importaba era disfrutar de las sensaciones y llegar a meta sonriendo y no a punto de vomitar por el esfuerzo. En una de las carreras, la línea de meta estaba al lado justo del Pilar. Entrar en meta así fue increíble.


Quise terminar el año con la mítica carrera Behobia-San Sebastian, de 20 km justos. Me dijeron que era una prueba muy dura pero con un ambiente espectacular que te ponía la carne de gallina. Y no se equivocaban. Pensé que correr por primera vez la Behobia sería un colofón final perfecto a mi debut este año en el running.

Fue un fin de semana increíble por varias circunstancias: casi 30.000 corredores junto con familiares y amigos que convirtieron San Sebastian en una fiesta impresionante, el ambiente espectacular de principio a fin con la gente animando a los corredores en cada metro del recorrido, los niños que querían darte la mano a su paso como si fueras un atleta famoso o los amigos que compartieron conmigo la carrera. A mi me pilló en un mal momento de forma, recien salido de una lesión, sin haber entrenado prácticamente y con un calor asfixiante, 30 grados, histórico para la fecha en la que estábamos, noviembre. Ya en sí la carrera es muy dura por el desnivel, eso ya lo sabía, pero el calor que hizo la convirtió en un reto brutal para mí. Seguramente particiar en estas condiciones fue una locura por mi parte pero la ilusión pudo más que el sentido común.

La empecé con ganas, muy animado, pero en el km 7 ya pensé en retirarme. Algo no funcionaba bien, el calor me estaba afectando muchísimo, no era mi día y faltaban todavía 13 km para terminar. Imposible, retírate, pensé. Las pulsaciones las tenía disparadas por encima de lo que se suponía que era mí límte máximo de seguridad cuando terminamos de subir la primera cota y lo peor de todo es que no recuperaba al bajar. No podía disfrutar del ambiente que había porque la sed, el calor y el sufrimiento eran brutales. El único motivo por el que pude llegar a meta fue porque corrí con mi amigo Carlos. Me acompañó durante toda la carrera y me estuvo animando y empujando sin parar. No me dejó sólo ni un segundo y al final entramos en la meta de la mano. Con mucha mejor forma física que yo, pudo haberse ido en cualquier momento y hacer un buen tiempo, pero en vez de eso se quedó conmigo. Me estuvo hablando de las sensaciones que tenía durante la carrera y lo que estábamos viviendo. Yo en ese momento no podia hablar, ni contestarle, ni siquiera pensar. Me dijo, "no te preocupes que yo te lo voy contando todo". En el último avituallamiento, a falta de 5 km, cuado me paré a beber casi no me tenía en pie, estaba mareado y empezaba a tener calambres en las piernas. Lo más prudente hubiese sido dejar de correr y tumbarme en un lateral, pero quise terminar.
Las sensaciones de la llegada a meta fueron impresionantes. Íbamos atravesando los diferentes arcos que marcaban el último km con la gente agolpada animando y gritando el nombre de los corredores. Cuando crucé la línea de meta me daban ganas de llorar, pero estaba tan deshidratado que no me salía ni una lágrima. En esta carrera creo que llegué a conocer el límite de mi resistencia. No tenía fuerzas ni para hacer un metro más. No lo hubiese conseguido sin tí Carlos! Muchísimas gracias!!!
Volveremos a correrla no?
Eres un campeón Herminio!!!
ResponderEliminarMuchas gracias!!
EliminarMenudo debut!!! Felicidades!!!
ResponderEliminarGracias Marian!!
EliminarEs un gran año Herminio. Pero me parece que tú no te conformas con esto. Ja, ja , ja...
ResponderEliminarYa sabes lo que se dice: "Quien apunta al cielo, siempre da en el blanco" :-).
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